-LIBERTAD DE EXPRESION-

"Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideraciones de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección y gusto."

"No he venido a traer paz, sino espada" San Mateo. X,34


sábado, 24 de marzo de 2012

BREVES REFLEXIONES SOBRE LA MISA TRIDENTINA





(Tomado de: http://sofiatudela.blogspot.com/ )
Breves reflexiones: ¿Por qué la Misa Tridentina es superior a la Misa Contemporánea?

No soy creyente de modo formal y exclusivo de ninguna religión en particular; sí lo soy como un espíritu furtivo que en su vuelo atraviesa infinitud de cielos y se funde en ellos. Concuerdo, en su mayoría, con la doctrina y las practicas de variadas religiones y corrientes espirituales en las que participo internamente, sintiéndolas, no como una mera observadora externa; y aún así no pertenezco a ninguna con exclusividad y a cabalidad, hallándome en esa Tierra de Nadie, en ese Centro, en ese Axis Mundi del que bebió el ser religioso de todas las eras y lugares, de todas las casas, de todos los templos. Busco, extraviada en la selva de Dante, lo que René Guénon designa como la Tradición Primordial. Este conocimiento original y unificador se encuentra presente bajo una multiplicidad de sistemas y representaciones simbólicas diversas, en mayor o menor proporción, o de modo tergiversado, al interior de las variadas tradiciones religiosas y espirituales.


Por el momento me encuentro interesada en el Catolicismo Primitivo y en el Medieval. Sin embargo, no me considero católica aunque comparta una cumbre de sus laureles blancos, porque se me han extraviado por el gras algunos lirios, cuyos colores ignoro, de su manto; aunque cierre los ojos al beber de su agua magnifica, no conozco aquella religión en cada uno de sus pormenores, a cabalidad, como para designarme católica. Tampoco conozco a fondo y en todos sus detalles a las demás tradiciones religiosas y espirituales como para optar por una en particular, cuando muchas me asombran. El Taoísmo me interesa tanto como el Catolicismo, y decidir es difícil.


He tenido la oportunidad de asistir a la Misa Tridentina algunas veces. La prefiero, frente a la nueva modalidad litúrgica ilegitima, porque la vivo como una experiencia espiritual; del mismo modo en el cual me es posible vivir experiencias espirituales por medio de los rituales de variedad de religiones diversas, cruzando siempre por la significación de los símbolos. Sin pertenecer formalmente a una religión especifica, es factible experimentar la trascendencia en multiplicidad de ceremonias tradicionales por medio de la significación de sus símbolos, gracias al mensaje universal que estos encarnan.


También prefiero a la Misa Tridentina en virtud de sus aspectos estéticos. Estos son de una relevancia significativa con relación a la vivencia trascendente. Su exigencia y atractivo no son el fruto trivial de meros gustos o caprichos esteticistas: existe una correspondencia simbólica entre la estética y la significación sagrada que se pretende trasmitir por medio de ella. La estética no se encuentra desligada de la espiritualidad; por el contrario, es su heraldo maravilloso. A través del arte es factible acceder a esferas superiores de la realidad y rozar con lo ganz andere. Por medio de experiencias estéticas, si estas son formidables, profundas, intimas, genuinas, es posible acceder a las regiones celestes. A Dios se lo escucha en la música, a Dios se lo contempla en la majestuosidad de los eventos, se lo reconoce en la belleza.


Thomas Hoving, ex director del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, afirma, respecto de la imagen pintada de la cabeza de una virgen medieval del siglo VI, lo siguiente: “Puro dogma traducido a forma artística. Un amigo mío, en sus últimos años, protestante, estaba presente cuando el restaurador encontró la asombrosa imagen, y quedó tan abrumado que se convirtió al catolicismo.”


Lo mismo pienso respecto a la estética que caracteriza a la Misa Tridentina: es puro dogma traducido a forma artística. Considero que mediante la experiencia estética se asimilan directa y vivencialmente esos dogmas, puesto que la forma se corresponde con el fondo que encarna –como señala Aristóteles- y que es apreciado por el espíritu que lo percibe, dando lugar, así, a la experiencia estética. Esta no es gratuita, no carece de causa, sino que posee una razón profunda de ser: la experiencia estética acaece cuando el espíritu asimila el mensaje trasmitido por los aspectos estéticos que lo encarnan. Es entonces cuando el estado espiritual se traduce a emociones y a reacciones fisiológicas –como escalofríos, por ejemplo-, manifestándose en el aspecto corpóreo. Esto sucede debido a que el espíritu y el cuerpo se encuentran íntimamente relacionados, trasmitiéndose en escala jerárquica a las regiones inferiores (cuerpo) lo que acontece en las superiores (espíritu), tal como indica Hermes Trismegisto cuando en el Kybalión afirma que “como es arriba es abajo”. Por medio del simbolismo que, por naturaleza, caracteriza a la estética, es factible captar mensajes de manera intuitiva y subconsciente, que se experimentan en lo profundo del ser, aunque no siempre y no necesariamente sean percibidos racional, conceptual y conscientemente.


El mero hecho de que el oficiante de la liturgia realice la ceremonia de consagración de rostro al público en lugar de efectuarla de espaldas, modifica significativamente el mensaje del ritual, su sentido. Evidentemente este no modificará en el aspecto verbal, captado a un nivel más próximo a la consciencia y a la racionalidad. Sin embargo, en un nivel más profundo, las posiciones corporales y las direcciones, hasta los olores, trasmiten mensajes diversos y multifacéticos al ser humano integral, imaginativo, asociativo y creativo; mensajes que estructurados en un sistema coherente por medio de la edificación simbólica externa constituyen la ceremonia por excelencia. ¿Cómo se comunica el mensaje? No mediante meras palabras trasmitidas vía oral, que actúan en una porción ínfima del ser humano, sino a través de las palabras vivas de los símbolos, de los gestos, del cuerpo en movimiento, de los paisajes, del universo, de los mensajes encarnados y animados, que actúan sobre el ser humano integral, obrando en él y reinventándolo. De ahí que, mediante el ritual, el hombre religioso sea capaz de vivenciar en carne propia el menaje, como un fuego inefable, incomunicable por medio de palabras planas y unilaterales, propias de la literalidad. El símbolo penetra en la interioridad global del ser humano con un dinamismo holístico, de manera que este lo capta con todas sus facultades juntas, en armonía perfecta.


El misterio presente cuando el oficiante encubre con su espalda lo que efectúa, mengua o desaparece cuando este da cara a los partícipes, puesto que disminuye lo oculto, lo secreto, lo no explicitado, lo invisible: todo se explicita, todo se evidencia, todo se muestra a los ojos de los participantes. Esa modalidad litúrgica se corresponde perfectamente con el estado actual de una sociedad donde el misterio no se encuentra presente y donde todo busca explicarse racional y científicamente, es decir, explicitarse. En la obra “El Principito” escrita por el filosofo Antoine de Saint-Exupery, en el fragmento del desierto y la fuente, se nos comunica la importancia crucial del misterio en los rituales y en la vida.


Es difícil expresar por escrito, mediante palabras limitadas, contenidos que superan nuestras capacidades; la conjugación de la complejidad que ellos mismos entrañan con nuestra propia incapacidad de expresión, puede dar lugar a paradojas. Estas, sin embargo, cuentan con llaves mágicas (información oculta que colma vacíos) que resuelven lo que a primera vista parece ser incompatible. Así, no es lo mismo la contradicción real que la aparente, es decir, que la paradoja. Y es esta última, en muchas ocasiones, indispensable cuando de lo espiritual se trata: los Koans Zen son un claro ejemplo al respecto.


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Prefiero la Misa Tridentina a la actual, debido a que considero que la primera abriga un contenido que refulge en la segunda por su ausencia. Contemplo a Dios en lo que como, en lo que bebo y en lo que respiro, en las montañas, en el cielo, en cada grano de arena, en la brizna de hierba que piso, en el pichón que encuentro caído de su nido y socorro, en el resplandor de las estrellas, en las lagrimas de una persona amada, pero definitivamente no en la misa contemporánea. En los aspectos cotidianos y en los detalles más pequeños de la vida en conexión con la naturaleza, todos los pueblos han reconocido al Misterio revestido de Símbolo. Ese simbolismo presente en los aspectos cotidianos y en los detalles más pequeños de una vida en conexión con la naturaleza, se encuentra ausente en las sociedades modernas y en estado de declive en la misa contemporánea. Mircea Eliade trata el tema de modo perspicaz en “Lo sagrado y lo profano”.


El aspecto simbólico de la realidad también es relevante, porque encarna el ludos que habita en nosotros, ese otro lado misterioso que se escapa al racionalismo moderno y que nos conecta con la totalidad de la existencia desde la integridad de nuestro ser creativo y oculto. Considero que el hecho de que hoy en día muchos jóvenes se sientan atraídos por el tradicionalismo católico no es gratuito, no es en vano, sino que, por el contrario, cuenta con una causa significativa de fondo que evidencia el vacío de la Iglesia actual. Creo que la clave o la respuesta a esa pregunta se encuentra en “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry, quien nos invita a recuperar la inocencia infantil y la magia que puebla el universo por medio de los símbolos y rituales que nos comunican a una dimensión trascendente, al reino de lo ganz andere.


A veces puede suceder que el entusiasmo y la incapacidad de expresión juveniles nos hagan tomar por puerilidades supersticiosas lo que realmente constituye genuinas experiencias espirituales.

Por Sofía Tudela Gastañeta.

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