-LIBERTAD DE EXPRESION-

"Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideraciones de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección y gusto."

"No he venido a traer paz, sino espada" San Mateo. X,34


sábado, 27 de octubre de 2012

Matar en defensa propia y guerra justa


Matar en defensa propia y guerra justa Al prójimo se le puede matar en tres casos: en la guerra justa, en defensa propia y en la justa aplicación de la pena de muerte Matar en defensa propia y guerra justa 3.Al prójimo se le puede matar en tres casos: en la guerra justa, en defensa propia y en la justa aplicación de la pena de muerte. El mandato divino "No matarás" significa que nadie puede matar sin motivo y sin razón. Pero hay circunstancias en las que hay una justificación. 1) En la guerra justa. La guerra no puede ser nunca un medio normal para la solución de conflictos. "Todo ciudadano y todo gobernante están obligados a empeñarse en evitar las guerras"26. Según los moralistas, para que la guerra sea justa se deben cumplir varias condiciones: a) Imposibilidad de solución pacífica. b) Causa justa, como sería legítima defensa, mientras no haya una autoridad supranacional competente y eficaz. c) Que la decisión sea tomada por la autoridad legítima a quien corresponde velar por el bien común de la nación. d) Intención recta buscando la justicia y no la venganza. e) Que sean superiores los bienes que se van a conseguir a los males que se pueden producir27. "La apreciación de estas condiciones de legitimidad moral pertenece al juicio prudente de quienes están al cargo del bien común"28. "Los poderes públicos tienen, en este caso, el derecho y el deber de imponer a los ciudadanos las obligaciones necesarias para la defensa nacional"29 , "pero atenderán equitativamente el caso de quienes, por motivos de conciencia, rehúsan el empleo de las armas; éstos siguen obligados a servir de otra forma a la comunidad humana"30. "Una cosa es utilizar la fuerza militar para defenderse con justicia, y otra muy distinta querer someter a otras naciones"31. Buscar la guerra es absurdo. Pero rehuirla por principio puede ser cobardía ante la injusticia. El creyente obra con rectitud mientras luche por implantar la justicia en el mundo. La paz es el ideal del hombre: pero esta paz debe ser obra de la justicia. Un pacifismo conformista con la injusticia no es cristiano. El buen cristiano no puede desinteresarse del bien común de la sociedad. El peligro de una tercera guerra mundial que podría destruir la humanidad por el armamento de que hoy dispone el hombre, hace deseable un desarme internacional. Pero para que esto sea eficaz tiene que ser de ambos bloques, y con posibilidades de mutua vigilancia. Aunque la guerra sea justa, "no todo es lícito entre los contendientes"32. Debe respetarse la ley moral y el derecho de gentes. "Las acciones deliberadamente contrarias al derecho de gentes son crímenes"33. "Existe la obligación moral de desobedecer aquellas decisiones que ordenan genocidios"34. 2) En defensa propia35 se puede matar cuando alguien quiere matarnos injustamente, o hacernos un daño muy grave en nuestros bienes, equivalente a la vida; si no hay otro modo eficaz de defenderse. No es necesario esperar a que él nos ataque. Basta que nos conste que él tiene un propósito decidido de matarnos, y sólo está esperando el momento oportuno para hacerlo; y no hay otro modo de salvar la vida que adelantarse y atacar primero36. Esto en el terreno moral, independientemente de la ley civil. Lo que se permite en defensa propia se autoriza igualmente en pro del prójimo injustamente atacado. La caridad fraterna puede obligar a esto, pero no a exponer la propia vida, a no ser que se trate de parientes cercanos o esté uno obligado por contrato (guardias, policías)37. «Éstas son las condiciones para que pueda hablarse de legítima defensa: - Debe tratarse de un mal muy grave, cual es, por ejemplo, el peligro de la propia vida, la mutilación o heridas graves, la violación sexual, el riesgo de la libertad personal, la pérdida de bienes de fortuna desmedidos, etc. - Que sea un caso de verdadera agresión física. - Que se trate de un daño injusto. Por ejemplo no sería lícito defenderse de un policía, hasta producirle la muerte, pues el agente, normalmente, actúa en cumplimiento de su deber. - Para defenderse no hace falta que el agresor lo haga de modo voluntario y consciente. Por eso es lícito contra un borracho o un loco. - Que no haya otro modo eficaz de defenderse38. 3) La Autoridad Pública puede imponer la pena de muerte al criminal para defender a los demás. Dice la Biblia: «Aquel que derrame sangre de hombre, debe morir»39. «El que mata a otro voluntariamente sea castigado con la muerte»40. «Es de notar que el verbo del original hebreo es “rasach” , que significa la muerte del inocente. Por eso habría que traducirlo: “No causarás la muerte de un hombre inocente”. »Para otra clase de muertes la Biblia emplea los términos “harag” y “hemit”41. Salvador de Madariaga, conocido intelectual que murió a los 92 años en Lugano, Suiza, escritor internacional y ministro de la República en 1934, dice: «La pena de muerte no será necesaria el día que la supriman primero los asesinos»42. «En un año murieron en España más de cien víctimas del terrorismo. Si se hubiera ejecutado al criminal al primer asesinato, no hubieran muerto todos los demás asesinados. Algún terrorista asesinó más de diez veces. No es deseable la muerte de nadie, pero si para que no mueran los inocentes es necesario ejecutar a los asesinos, puede ser esto una exigencia del bien común»43. En las Navidades de 1986 hubo 62 muertos en un avión Boeing 737, secuestrado por un grupo de terroristas44. El 19 de julio de 1987, una bomba terrorista produjo 20 muertos en un hipermercado de Barcelona45. No se comprende por qué los criminales pueden aplicar la pena de muerte a un inocente, y los jueces no puedan aplicar la misma pena a los asesinos culpables. Se supone, naturalmente, una culpabilidad claramente demostrada46. Lo mismo que es lícito matar a un injusto agresor en defensa propia47, la Autoridad puede aplicar la pena de muerte para defender la vida de los inocentes. «La Autoridad tiene el deber de defender la vida de los ciudadanos inocentes» «Los que tienen autoridad legítima, tienen también el derecho de usar las armas para rechazar a los agresores de la sociedad civil confiada a su responsabilidad»48. Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2308 regresar ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.:Teología Moral para seglares,1º,2ª,III, nº870-873.Ed.BAC.Madrid regresar Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2309 regresar Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2310 regresar Nuevo Código de Derecho Canónico, nº 2311 regresar Concilio Vaticano II: Gaudium et Spes: Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, nº 79 regresar Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2312 regresar Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2328 regresar Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2313 regresar Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2264 regresar JULIÁN PEREDA, S.I.: Revista ESTUDIOS DE DEUSTO, 30(IV-1967)9-34. Bilbao regresar B. HÄRING, C.SS.R.: La ley de Cristo, 2º, 2ª, 2ª, IV, 3. Ed. Herder. Barcelona regresar AURELIO FERNÁNDEZ: Compendio de Teología Moral, 2ª, XI, 1.4. Ed. Palabra. Madrid. 1995. regresar Génesis, 9:6 regresar Éxodo, 21:12-14 regresar AURELIO FERNÁNDEZ: Compendio de Teología Moral, 2ª, XI, 1.2. Ed. Palabra. Madrid. 1995. regresar SALVADOR DE MADARIAGA: Dios y los españoles, V. Ed. Planeta. Barcelona, 1975 regresar Diario YA del 27-IX-79, pg. 4 regresar Diario YA del 27-XII-86, pg. 19 regresar Diario YA del 4-VIII-87, pg. 4 regresar Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2267, nuevo regresar Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2264 regresar Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2265s. regresar

viernes, 26 de octubre de 2012

CARTA ABIERTA A MONS. BERNARD FELLAY SOBRE SU EXPULSIÓN. POR MONS. RICHARD WILLIAMSON


Londres, 19 octubre 2012. Excelencia : Gracias por su carta del 4 de octubre en donde usted me comunica de parte suya, del Consejo General y del Capítulo General, su “constatación”, “declaración” y “decisión” de que ya no soy miembro de la Fraternidad San Pio X. Las razones que usted da para su decisión de expulsar a su servidor serían las siguientes: «él ha continuado la publicación de sus “Comentarios Eleison”; él ha atacado a las autoridades de la Fraternidad; ha hecho un apostolado independiente, él ha causado confusión entre los fieles; él ha apoyado a los sacerdotes rebeldes; él ha desobedecido de manera formal, obstinada y “pertinaz”; él se ha separado de la Fraternidad; él no se somete a ninguna autoridad. ¿Todas estas razones no se pueden resumir en la desobediencia?» Sin duda, en el curso de los doce últimos años, su servidor ha tenido palabras y acciones que han sido, delante de Dios, inapropiadas y excesivas, pero creo que le sería suficiente que se los señalaran en particular para poder excusarse, según la verdad y la justicia. Pero sin duda nosotros estamos de acuerdo de que el problema esencial no se sitúa en los detalles, que se resumen en una sola palabra: la desobediencia. Entonces, por principio notemos cuántas órdenes mas o menos desagradables del Superior General, su servidor ha obedecido sin falta. En el 2003, él ha dejado un importante apostolado en los Estados Unidos para ir a la Argentina. En el 2009, el dejó su cargo de director del seminario y dejó la Argentina para enmohecerse en una buhardilla en Londres, sin palabra ni ministerio episcopal, porque estaba prohibido. No le quedaba virtualmente mas que el ministerio de los “Comentarios Eleison” cuya negativa a suspenderlos constituye la mayoría de esta “desobediencia” que se le reprocha. Y desde 2009, a los Superiores de la Fraternidad se les ha permitido desacreditarlo e injuriarlo tanto como quisieran, y en todo el mundo han alentado a todo miembro de la Fraternidad que deseara hacerlo también. Vuestro servidor ha reaccionado muy poco, prefiriendo el silencio a las confrontaciones escandalosas. Podríamos decir igualmente que se obstinó en no desobedecer. Pero veamos, que el verdadero problema no está allí. Entonces, el verdadero problema ¿dónde se sitúa? Para responder, que se le permita al acusado de echar un vistazo rápido a la historia de la Fraternidad de la cual quieren separarle. En efecto, el problema central viene de lejos. A partir de la Revolución Francesa de finales del siglo XVIII, en muchos de los estados anteriormente cristianos, se comenzó a establecer un nuevo orden mundial, concebido por los enemigos de la Iglesia para expulsar a Dios de su creación. Se comenzó reemplazando el Antiguo Régimen, o el Trono que sostenía el Altar, por la separación de la Iglesia y el Estado. Resultó una estructura de la sociedad que es radicalmente nueva y difícil para la Iglesia, porque el Estado, a partir de entonces ateo, terminaría por oponerse con todas sus fuerzas a la religión de Dios. En efecto, los masones quieren reemplazar el verdadero culto de Dios por el culto de la libertad del cual el Estado neutro en religión no es mas que un instrumento. Así comienza en los tiempos modernos una guerra implacable entre la religión de Dios, defendida por la Iglesia Católica, y la nueva religión del hombre liberal, ya liberado de Dios. Estas dos religiones son irreconciliables tanto como Dios y el demonio. Hay que escoger entre el catolicismo y el liberalismo. Pero el hombre no quiere tener que elegir entre el oro y el moro. Quiere tener los dos. En el rastro de la Revolución, encontramos a Felicité de Lamennais que inventó el catolicismo liberal, y a partir de ese momento, la conciliación de lo irreconciliable se convierte en moneda corriente en el interior de la Iglesia. Durante 120 años, la misericordia de Dios dio a su Iglesia una serie de papas, de Gregorio XVI a Pio XII, quienes en su mayoría vieron claro y se mantuvieron firmes, pero un número de fieles siempre creciente se inclinaban hacia la independencia en relación a Dios y hacia los placeres materiales a los que el catolicismo liberal les facilitaba grandemente el acceso. Una corrupción progresiva llegó a los obispos y sacerdotes, y entonces Dios terminó por permitirles escoger el género de papas que ellos prefirieran, a saber, los que parecen ser católicos pero que en realidad son liberales, que hablan a la derecha pero actúan a la izquierda, y que se caracterizan entonces por la contradicción, la ambigüedad, la dialéctica hegeliana, y en breve, por la mentira. Esta es la Neo-Iglesia del Vaticano II. No podía ser de otra manera. No es mas que un sueño el que se puedan reconciliar realidades que son irreconciliables. Pero Dios –palabras de San Agustín- «no abandona a las almas que no quieren abandonarlo», y entonces Él viene a la ayuda del pequeño rebaño de almas católicas que no quieren seguir la suave apostasía del Vaticano II. Él crea a un arzobispo que resistirá a la traición de los prelados conciliares. Respetando la realidad, no tratando de conciliar lo irreconciliable, negándose a soñar, éste arzobispo habla con claridad, coherencia y verdad que hace que las ovejas reconozcan la voz del divino Maestro. La Fraternidad sacerdotal que él funda para hacer verdaderos sacerdotes católicos comienza a pequeña escala, pero rechazando resueltamente los errores conciliares y su fundamento en el catolicismo liberal, atrayendo a los verdaderos católicos del mundo entero y ello constituye la espina dorsal de todo un movimiento en la Iglesia al cual le llaman Tradicionalismo. Pero este movimiento es insoportable para los hombres de la neo-Iglesia que quieren reemplazar el catolicismo por el catolicismo liberal. Ayudados por los medios de comunicación y los gobiernos, ellos hicieron todo para desacreditar, deshonrar y desterrar al valiente arzobispo. En 1976, Paulo VI lo suspendió a Divinis, y en 1988, Juan Pablo II lo “excomulgó”. Este arzobispo exasperaba soberanamente a los papas conciliares, porque su voz en la verdad arruinaba efectivamente su sarta de mentiras y ponía en peligro sus traiciones. Y bajo su persecución, y también de su “excomunión”, él se mantiene firme y con él muchos de los sacerdotes de su Fraternidad. Esta fidelidad a la verdad obtiene de Dios para la Fraternidad doce años de paz interior y de prosperidad exterior. En 1991, el gran arzobispo muere, pero todavía durante nueve años, su obra continúa en la fidelidad a los principios anti liberales sobre los cuales él la construyó. Entonces ¿qué harán los romanos conciliares para superar esta resistencia? Ellos cambiarán el palo por la zanahoria. En el año 2000, una gran peregrinación de la Fraternidad para el Año del Jubileo, se muestra en las basílicas y las calles de Roma, la piedad y el poder de la Fraternidad. Los romanos se impresionan a pesar de ellos. Un cardenal invita a los obispos a un desayuno suntuoso a su casa, invitación que es aceptada por tres de ellos. Inmediatamente después de este desayuno aparentemente fraternal, los contactos con Roma y la Fraternidad que se habían enfriado bastante después de doce años, se retoman y con ello empieza la poderosa seducción por los botones escarlatas, -por así decirlo-, y los pisos de mármol. Los contactos se encienden tan rápidamente que para el fin de año muchos sacerdotes y fieles de la Tradición clamaban por una conciliación entre la Tradición católica y el Concilio liberal. Esta conciliación no tiene éxito por el momento, pero el lenguaje del Cuartel General de la Fraternidad en Menzingen empieza a cambiar, y en los doce años futuros se mostrarán cada vez menos hostiles a Roma y más acogedores hacia las autoridades de la Iglesia conciliar, hacia los medios y el mundo. Y, poco a poco la conciliación con los irreconciliables se prepara en la cabeza de la Fraternidad, en su cuerpo de sacerdotes y laicos la actitud deviene poco a poco haciéndose más benigna hacia los papas y la Iglesia Conciliar, hacia todo lo que es mundano y liberal. Después de todo, el mundo moderno que nos rodea, ¿era tan malo como nos lo habían hecho creer? Este avance del liberalismo en el interior de la Fraternidad, aparentemente imperceptible para la gran mayoría pero percibido por una minoría de sacerdotes y de fieles, se descubrió a muchos en la primavera de este año cuando, luego del fracaso de las discusiones doctrinales en la primavera del 2011, la política católica de “no al acuerdo práctico sin acuerdo doctrinal” se convirtió, de un día para otro, en la política liberal de “No al acuerdo doctrinal, luego, acuerdo práctico”. Y a mediados de abril el Superior General le ofreció a Roma, como base de un acuerdo práctico, un texto ambiguo, abiertamente favorable a esta “hermenéutica de la continuidad” que es la receta bien amada de Benedicto XVI para conciliar, precisamente, ¡el Concilio con la Tradición! “Necesitamos una nueva forma de pensar” dirá el Superior General a mediados de mayo a los sacerdotes del distrito de Austria de la Fraternidad. Dicho de otro modo, el jefe de la Fraternidad fundada en 1970 para resistir a las novedades del Concilio, propone conciliarla con el Concilio. Hoy en día, ella es conciliante. ¡Mañana deberá hacerse plenamente conciliar ! Apenas puede creerse que la obra de Monseñor Lefebvre haya sido dirigida para poner entre paréntesis los principios sobre los cuales él la fundó, pero ese es el poder de seducción de las fantasías de nuestro mundo sin Dios, modernista y liberal. No obstante, la realidad no se deja doblar por las fantasías, y forma parte de la realidad que no se puedan deshacer los principios de un fundador sin deshacer su fundación. Un fundador tiene las gracias particulares que ninguno de sus sucesores tiene. Como escribió el Padre Pío cuando los superiores de su Congregación se pusieron a “renovarla” según el nuevo pensamiento del Concilio apenas terminado: “¿Qué hacen ustedes del Fundador?”. El Superior General, el Consejo General y el Capítulo General de la FSSPX han querido retener como mascota a Monseñor Lefebvre, de todas maneras ellos tienen un nuevo pensamiento que pasa de lado a las razones gravísimas por las cuales él fundó la Fraternidad. Ellos la llevan a su ruina por una traición por lo menos objetiva, completamente paralela a la del Vaticano II. Pero seamos justos y no exageremos. Desde el principio de ésta lenta caída de la Fraternidad, siempre hubo sacerdotes y fieles que vieron claro y que hicieron lo que pudieron para resistir. En la primavera de este año, esta resistencia tomó una cierta consistencia y amplitud, de suerte que el Capítulo General del mes de julio puso cuando menos un obstáculo al camino del ralliement. ¿Pero éste obstáculo lo hará? Se puede temer que no. Delante de unos cuarenta sacerdotes de la Fraternidad reunidos en un retiro sacerdotal en Ecône en el mes de septiembre, el Superior General, refiriéndose a la política romana confesó: “Me equivoqué” ¿De quién es la culpa? “Los romanos me engañaron”. Igualmente, de esta grave crisis de primavera, resultó “una gran desconfianza en la Fraternidad”, dijo él, que habría que “reparar con los hechos y no solamente con palabras”, pero ¿de quién es la culpa? Hasta ahora, sus acciones desde el mes de septiembre, comprendiendo esta carta del 4 de octubre, indican que la toma en contra de los sacerdotes y laicos han provocado que no tengan confianza en él, su jefe. Después del Capítulo, como antes, parece que no soporta ninguna oposición a su política conciliadora y conciliar. Y he aquí la razón por la cual el Superior General ha dado varias veces la orden formal de cerrar los «Comentarios Eleison». En efecto, estos “comentarios” han criticado en repetidas ocasiones la política conciliadora hacia Roma por parte de las autoridades de la Fraternidad, y por estos comentario los ha atacado implícitamente. Pero, si en esta crítica y estos ataques ha habido faltas a la norma de respeto a su oficio o a sus personas, con mucho gusto le pido perdón a quien se lo deba, pero creo que es suficiente recorrer los números concernientes de los “Comentarios” para constatar que la crítica y los ataques han permanecido normalmente impersonales, porque van mucho más allá solamente de las personas. En cuanto al gran problema que sobrepasa con creces las personas, consideremos la gran confusión que reina actualmente en la Iglesia y en el mundo, y que pone en peligro la salvación eterna de un sinnúmero de almas. ¿No es el deber de un obispo identificar las verdaderas raíces de esta confusión y denunciarlas en público? ¿Cuántos obispos en todo el mundo ven claro como Monseñor Lefebvre lo hacía, y dan una enseñanza que corresponde a esta claridad? ¿Cuántos de entre ellos enseñan todavía la doctrina católica tal cual? ¿No son muy pocos ? Entonces ¿Es éste el momento de buscar el reducir al silencio a un obispo que lo hace, como lo prueban el número de almas que reciben el “Comentario” como una tabla de salvación? ¿Y cómo otro obispo en particular puede querer cerrarlos, él que admitió frente a sus sacerdotes que sobre las mismas grandes cuestiones se dejó embaucar, y esto durante largos años? Igualmente, si el obispo resistente ha dado en efecto –por primera vez en casi cuatro años- un apostolado independiente, ¿cómo le pueden reprochar haber aceptado una invitación, independiente de la Fraternidad, para confirmar y para predicar en términos de la verdad? ¿No es la función de un obispo? Su discurso en Brasil ha creado “confusión” para aquellos que siguen el reconocido error mencionado anteriormente. Y si parece que después de años se separa de la Fraternidad, es justo, pero se separa de la Fraternidad conciliante y no de aquella fundada por Monseñor Lefebvre. Y si parece que se muestra insumiso a todo ejercicio de autoridad de parte de los jefes de la Fraternidad, es también justo, pero solamente por las órdenes que van al encuentro de los objetivos por los cuales ella ha sido fundada. De hecho, ¿a qué otras órdenes fuera de la de cerrar los “Comentarios” puede afirmarse que he sido culpable de una desobediencia “formal, obstinada y pertinaz”? ¿Hay alguna otra? La desobediencia de Monseñor Lefebvre, no fue sino para los actos de autoridad de los jefes de la Iglesia que eran capaces de destruir la Iglesia, su desobediencia era más aparente que real. Igualmente, la “desobediencia” de aquél que no ha querido cerrar los “Comentarios” es más aparente que real. Porque la historia se repite, y el diablo siempre vuelve a la carga. Igual que ayer, el Concilio trata de conciliar la Iglesia Católica con el mundo moderno, así hoy se diría que Benedicto XVI y el Superior General quieren, los dos, conciliar a la Tradición católica con el Concilio; así mañana, si Dios no interviene de aquí a entonces, los jefes de la Resistencia católica buscarán reconciliarla con la Tradición ya conciliar. En breve, Señor Superior Genera, usted puede ahora proceder a expulsarme, porque mis argumentos seguramente no lo persuadirán, pero esta expulsión será más aparente que real. Yo soy miembro de la Fraternidad de Monseñor Lefebvre por mi compromiso a perpetuidad. Yo soy uno de sus sacerdotes desde hace 36 años. Yo soy uno de sus obispos, como usted, después de casi un cuarto de siglo. Esto no se puede tachar con un trazo de bolígrafo, y por lo tanto, me quedo como miembro de la Fraternidad, en espera. Si usted hubiera sido fiel a su herencia y yo hubiera sido notablemente infiel, yo reconocería gustosamente su derecho a expulsarme. Siendo las cosas como son, espero no faltar al respeto hacia su oficio si le sugiero que por la gloria de Dios, por la salvación de las almas, por la paz interior de la Fraternidad, y por su propia salvación eterna, usted haría mejor renunciando como Superior General que expulsándome a mí. Que Dios le de la gracia, la luz y las fuerzas necesarias para cumplir con tal acto insigne de humildad y de devoción al bien común de todos. Como frecuentemente he terminado las cartas que le he dirigido desde hace años, Dominus tecum, +Richard Williamson.