-LIBERTAD DE EXPRESION-

"Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideraciones de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección y gusto."

"No he venido a traer paz, sino espada" San Mateo. X,34


jueves, 17 de noviembre de 2011

MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE




MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE
(El coraje de la fidelidad)

Monseñor Marcel Lefebvre fue hijo de un industrial textil de Tourcoing, al norte de Francia. Este jefe de empresa, se levantaba muy temprano cada mañana para oír Misa de las seis y cuarto, comulgar y rezar un rosario antes de ir a su fábrica. Al terminar las labores, era siempre el último en abandonar las oficinas y talleres, animando en casa a llevar a cabo la oración familiar de la noche, proferida de rodillas ante un crucifijo, a la hora en que los más chicos habían sido mandados a la cama.
El padre de Monseñor Lefebvre era terciario de San Francisco y, sin duda a ese título, llevaba su escapulario destinado a recordarle las duras reglas de la orden franciscana, reglas que había hecho voto de seguir en parte. Quería ser, en todo caso, uno de los mejores hijos de la Virgen María, y seguramente se impuso severos sacrificios personales para “merecer el Cielo”.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial (1914-1918), él no contaba con más de treinta y cinco años, pero tenía ya seis hijos, lo que le valió ser dispensado de combatir. Hubiera podido festejarlo, pero él lo sintió como una afrenta. Desde los primeros combates, que se desarrollaron cerca de Bélgica, se alistó en una sociedad de socorro a los heridos militares. Manejando su propio automóvil, atravesó muchas veces las líneas francesas y alemanas bajo fuegos cruzados, para recoger y llevar al hospital de Tourcoing a los más graves.
Después de la guerra, la ruina golpeó su empresa. Fue muy duro para él reconocer la quiebra de su negocio y los efectos que pudiera tener en su familia. Sin embargo recordó a Job: “Dios me ha dado todo, Dios me quitó todo, alabado sea su Santo Nombre”. Pero afirmaba también: “Ayúdate, que Dios te ayudará”. Y le hizo frente. Llegó a restablecer la situación, “por obra de la Providencia Divina”, decía.
La vida del padre de Monseñor Marcel Lefebvre fue la de un patriota y un cristiano ejemplares. Durante la guerra de 1940, a los sesenta y dos años de edad, los alemanes lo “ficharon” y lo arrestaron, lo sometieron a juicio y lo encerraron en el campo de concentración de Sonnemburg. Allí murió en el año 1944. Sus compañeros de cautiverio han contado su extraordinario coraje, en medio de indecibles privaciones, en una celda repugnante, bajo los golpes de los carceleros y de los enfermeros. Años más tarde, infinidad de personas relataron, sobre todo, cómo su fe, inconmovible y fraternal, sirvió de inmensa ayuda a todos los que lo rodeaban. Se le recuerda diciendo en voz alta el “De profundis” por los camaradas que fueron falleciendo cada día. Siempre conservó un Misal y una “Imitación de Cristo”, atados a su cuerpo con un cordel. Ese “rigorismo” del padre produjo que de los ocho hijos, cinco se hicieran sacerdotes, religiosos o religiosas, que consagraron su vida a Dios. La madre de Monseñor Lefebvre tenía un carácter completamente excepcional. Era una mujer extraordinaria. Entre los años de 1914 a 1918, con seis hijos en casa y su marido ausente, condujo con decisión muchas tareas diferentes, absorbentes y en cierto modo peligrosas: dirigía la fábrica, asistía a los heridos, visitaba a los enfermos y a los pobres y resistía al ocupante alemán, lo que le valió ser puesta en prisión. Cuando salió libre, ejerció las funciones de contadora que la empresa no podía pagar. La salvación posterior de la compañía fue obra suya.
Hombre y mujer de carácter, los padres de Monseñor Lefebvre, debieron por lo menos en su juventud, haber enfrentado sus propios temperamentos. Si hubieran vivido sin ideal, sin religión y en nuestra época, quizá su unión habría sufrido pruebas dolorosas. Pero rogaron a Dios juntos y Él les dio la paciencia, la humildad y el don de apertura hacia el otro, lo que les permitió comprender cuán profundo, finalmente era, su amor mutuo y cómo podían hacerse complementarias sus convicciones personales. De esa manera constituyeron un hogar admirable y dieron a todos los esposos cristianos de su alrededor un maravilloso ejemplo. Referente a los problemas que todos los matrimonios tienen entre sí, la madre de Monseñor comentó un día: “¿Qué importa que los pasajeros se lastimen con el golpe de las ramas? ¿No es éste, más bien, el signo de que avanzan? Y ¡Qué alegría tendrán cuando, habiendo alcanzado la otra orilla, vuelvan a encontrarse juntos en la paz!”
Todos los hermanos Lefebvre gozaron de esa educación tan fecunda y auténtica que no se fundamenta en los métodos pedagógicos, sino en la transfusión del alma de la madre a los hijos y en la autoridad moral del padre. Se recuerda que la madre de Monseñor Lefebvre rogó y comulgó cada día de los nueve meses de espera para que su hijo mayor fuera sacerdote. René Lefebvre fue sacerdote misionero de los Padres del Espíritu Santo, en Gabón, durante cuarenta años. Quiso la madre reparar por los enormes y numerosos pecados del mundo orando mientras se formaba su hija Jeanne, que fue religiosa Reparatríz. Asombraba por su paciencia y dulzura; leía y meditaba la vida de Santa Mónica, mientras crecía en ella su hijo Marcel. Después del bautismo anunció: “Tendrá un papel en la Santa Iglesia, en Roma, junto al Santo Padre”. Con el tiempo, Marcel Lefebvre se convirtió en un hito (punto de referencia) en la historia de la Iglesia, y los tiempos venideros dirán la trascendencia de su obra, en la que manifestó su invariable fe. Cuando esa madre ejemplar abrazó a su recién nacida hija Bernadette, vaticinó su misión: “Ella será signo de contradicción”. Bernadette, como Marcel, lucharon toda su vida contra la autodestrucción de la Iglesia y perteneció a la misma Congregación. Trabajó en Gabón, en Roma y en St. Michel en Brenne, donde fue superiora de las Hermanas de la Fraternidad San Pío X.
Nacida en 1908, Christianne fue carmelita, como lo predijo su madre. Fue superiora del Carmelo de Quiévrain (Bélgica), fundado el día de la fiesta de Santa Teresa, el quince de octubre, en 1978, y apoyo espiritual para la Fraternidad San Pío X. Los hijos menores siguieron cristianamente la vocación matrimonial. Muy expresiva es la frase que el Santo Padre Pío XII dijera durante una audiencia a Sor María Gabriela: “¡Oh, dichosos padres, que han dado tantos hijos al buen Dios!”.
La muerte de aquella madre ejemplar no significó para ella el fin de su misión. Al despedirse de su vida en la tierra, afirma que estará atenta a las necesidades de los que quedan para ocuparse de ellas. Les dijo: “Sea en el matrimonio, o en otro camino, haced todo por amor al Padre”. Mis queridos hijos -recomienda- obrad siempre rectamente, amaos los unos a los otros. Poned siempre a Dios antes que todas las cosas del mundo, y haced todo por agradarle”. Su muerte fue la de los predestinados, que ponen su casa en orden y dicen la palabra que conviene a cada uno”. Era el 13 de julio de 1938.
En ese ambiente lleno de espiritualidad y vislumbrando una grave crisis en la Iglesia, creció Monseñor Marcel Lefebvre, perfilándose al igual que su padre, como un católico escrupuloso y ardiente, un sacerdote misionero riguroso en la expresión de la verdad, un combatiente, un resistente que jamás cede ante el enemigo, con esa testarudez que acepta la adversidad sin doblar la cabeza. Insistió en el valor de la tradición y en la necesidad de atenerse a ella para proteger la ortodoxia. Durante toda su vida no se apartó de la Tradición de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana que en 1948 le concedió el honor y la carga de ser Delegado Papal para toda el África de habla francesa. Con el respaldo de toda su vida actuó no para “dividir”, sino para “proteger” la unidad, tal como lo demuestra su resistencia a aceptar el falso ecumenismo. No fue cismático como muchos afirman, porque jamás rechazó la autoridad jerárquica con la intención de establecer una Iglesia paralela.
Algún día -no muy lejano- Roma reconocerá el mérito de su servidor Marcel Lefebvre, porque los hombres que dejan en la memoria de su vida un testimonio de adhesión a la verdad y que asumen con plena responsabilidad su Fe, continúan guiando a los cristianos. Su intención fue formar un ejército dispuesto, cueste lo que cueste, a permanecer católico frente a la descristianización que obra en el mundo. Como tantos otros santos notables en la vida de la Iglesia, Monseñor Marcel Lefebvre padeció para probar sus razones de Fe.
jacobozarzar@yahoo.com




martes, 1 de noviembre de 2011

FRENTE AL "ESPÍRITU" MASÓNICO DEL ENCUENTRO DE ASIS





Encíclica

"MORTALIUM ANIMOS"

ACERCA DE CÓMO SE HA DE FOMENTAR LA VERDADERA UNIDAD RELIGIOSA

PÍO P. P. XI

6 de enero de 1928

Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1.- Ansia universal de paz y fraternidad

Nunca quizás como en los actuales tiempos se ha apoderado del corazón de todos los hombres un tan vehemente deseo de fortalecer y aplicar al bien común de la sociedad humana los vínculos de fraternidad que, en virtud de nuestro común origen y naturaleza, nos unen y enlazan a unos con otros.

Porque no gozando todavía las naciones plenamente de los dones de la paz, antes la contrario, estallando en varias partes discordias nuevas y antiguas, en forma de sediciones y luchas civiles y no pudiéndose además dirimir las controversias, harto numerosas, acerca de la tranquilidad y prosperidad de los pueblos si que intervengan en el esfuerzo y la acción concordes de aquellos que gobiernan los Estados, y dirigen y fomentan sus intereses, fácilmente se echa de ver -mucho más conviniendo todos en la unidad del género humano-, porqué son tantos los que anhelan ver a las naciones cada vez más unidas entre si por esta fraternidad universal.

2.- La fraternidad en religión. Congresos ecuménicos

Cosa muy parecida se esfuerzan algunos por conseguir en lo que toca a la ordenación de la nueva ley promulgada por Jesucristo Nuestro Señor. Convencidos de que son rarísimos los hombres privados de todo sentimiento religioso, parecen haber visto en ello esperanza de que no será difícil que los pueblos, aunque disientan unos de otros en materia de religión, convengan fraternalmente en la profesión de algunas doctrinas que sean como fundamento común de la vida espiritual. Con tal fin suelen estos mismos organizar congresos, reuniones y conferencias, con no escaso numero de oyentes, e invitar a discutir allí promiscuamente a todos, a los infieles de todo género, a cristianos y hasta a aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada pertinacia niegan la divinidad de su Persona o misión.

3.- Los católicos no pueden aprobarlo

Tales tentativas no pueden, de ninguna manera obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan igualmente el ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio.

Cuantos sustentan esta opinión, no solo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios.

4.- Otro error. La unión de todos los cristianos. Argumentos falaces

Pero donde con falaz apariencia de bien se engañan más fácilmente algunos, es cuando se trata de fomentar la unión de todos los cristianos. ¿Acaso no es justo -suele repetirse- y no es hasta conforme con el deber, que cuantos invocan el nombre de Cristo se abstengan de mutuas recriminaciones, y se unan por fin un día con vínculos de mutua caridad? ¿Y quién se atreverá a decir que ama a Jesucristo, sino procura con todas sus fuerzas realizar los deseos que El manifestó al rogar a su Padre que sus discípulos fuesen una sola cosa?[1]. Y el mismo Jesucristo ¿por ventura no quiso que sus discípulos se distinguiesen y diferenciasen de los demás por este rasgo y señal de amor mutuo: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en que os améis unos a otros?[2]. ¡Ojalá -añaden- fuesen una sola cosa todos los cristianos! Mucho más podrían hacer para rechazar la peste de la impiedad, que, deslizándose y extendiéndose cada vez más, amenaza debilitar el Evangelio.

5.- Debajo de esos argumentos se oculta un error gravísimo

Estos y otros argumentos parecidos divulgan los llamados "pancristianos"; los cuales, lejos de ser pocos en número, ha llegado a formar legiones y a agruparse en asociaciones ampliamente extendidas, bajo la dirección, las más de ellas, de hombres acatólicos, aunque discordes entre sí en materia de fe.

6.- La verdadera norma en esta materia

Exhortándolos, pues, la conciencia de Nuestro deber a no permitir que la grey del Señor sea sorprendida por perniciosas falacias, invocamos vuestro celo, Venerables Hermanos, para evitar mal tan grave, pues confiamos que cada uno de vosotros, por escrito y de palabra, podrá más fácilmente comunicarse con el pueblo y hacerle entender mejor los principios y argumentos que vamos a exponer, y en los cuales hallarán los católicos la norma de los que deben pensar y practicar en cuanto se refiere al intento de unir de cualquier manera en un solo cuerpo a todos los hombres que se llaman católicos.

7.- Sólo una Religión puede ser verdadera: la revelada por Dios

Dios, Creador de todas las cosas, nos ha creado a los hombres con el fin de que le conozcamos y le sirvamos. Tiene, pues, nuestro Creador perfectísimo derecho a ser servido por nosotros. Pudo ciertamente Dios imponer para el gobierno de los hombres una sola ley, la de la naturaleza, ley esculpida por Dios en el corazón del hombre al crearle; y pudo después regular los progresos de esa misma ley con solo su providencia ordinaria. Pero en vez de ella prefirió dar El mismo los preceptos que habíamos de obedecer; y en el decurso de los tiempos, esto es desde los orígenes del género humano hasta la venida y predicación de Jesucristo, enseñó por Sí mismo a los hombres los deberes que su naturaleza racional les impone para con su Creador. “Dios, que en otro tiempo habló a nuestro padres en diferentes ocasiones y de muchas maneras, por medio de los profetas, nos ha hablado últimamente por su Hijo Jesucristo[3]. Por donde claramente se ve que ninguna religión puede ser verdadera fuera de aquella que se funda en la palabra revelada por Dios, revelación que comenzada desde el principio, y continuada durante la Ley Antigua, fue perfeccionada por el mismo Jesucristo con la Nueva Ley. Ahora bien: si Dios ha hablado -y que haya hablado lo comprueba la historia- es evidente que el hombre está obligado a creer absolutamente la revelación de Dios. Y con el fin de que cumpliésemos bien lo uno y lo otro, para gloria de Dios y salvación nuestra, el Hijo Unigénito de Dios fundó en la tierra su Iglesia.

8.- La única Religión revelada es la de la Iglesia Católica

Así pues, los que se proclaman cristianos es imposible no crean que Cristo fundó una Iglesia, y precisamente una sola. Más, si se pregunta cuál es esa Iglesia conforme a la voluntad de su Fundador, en esto ya no convienen todos. Muchos de ellos, por ejemplo, niegan que la Iglesia de Cristo haya de ser visible, a lo menos en el sentido de que deba mostrarse como un solo cuerpo de fieles, concordes en una misma doctrina y bajo un solo magisterio y gobierno. Estos tales entienden que la Iglesia visible no es más que la alianza de varias comunidades cristianas, aunque las doctrinas de cada una de ellas sean distintas.

Sociedad perfecta, externa, visible. Pero es lo cierto que Cristo Nuestro Señor instituyó su Iglesia como sociedad perfecta, externa y visible por su propia naturaleza, a fin de que prosiguiese realizando, de allí en adelante, la obra de salvación del género humano, bajo la guía de una sola cabeza[4], con magisterio de viva voz[5] y por medio de la administración de los sacramentos[6], fuente de la gracia divina; por eso en sus parábolas afirmó que era semejante a un reino[7], a una casa[8], a un aprisco[9], y a una grey[10]. Esta Iglesia, tan maravillosamente fundada, no podía ciertamente cesar ni extinguirse, muertos su Fundador y los Apóstoles que en un principio la propagaron, puesto que a ella se la había confiado el mandato de conducir a la eterna salvación a todos los hombres, sin excepción de lugar ni de tiempo: “Id, pues, e instruid a todas las naciones”[11]. Y en el cumplimiento continuo de este oficio, ¿acaso faltará a la Iglesia el valor ni la eficacia, hallándose perpetuamente asistida con la presencia del mismo Cristo, que solemnemente le prometió: “He aquí que yo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los siglos”?[12] Por tanto, la Iglesia de Cristo no sólo ha de existir necesariamente hoy, mañana y siempre, sino también ha de ser exactamente la misma que fue en los tiempos apostólicos, si no queremos decir ‑y de ello estamos muy lejos‑ que Cristo Nuestro Señor no ha cumplido su propósito, o se engañó cuando dijo que las puertas del infierno no habían de prevalecer contra ella[13].

9. Un error capita/ del movimiento ecuménico en la pretendida unión de iglesias cristianas

Y aquí se Nos ofrece ocasión de exponer y refutar una falsa opinión de la cual parece depender toda esta cuestión, y en la cual tiene su origen la múltiple acción y confabulación de los no católicos que trabajan, como hemos dicho, por la unión' de las iglesias cristianas. Los autores de este proyecto no dejan de repetir casi infinitas veces las palabras de Cristo: “Sean todos una misma cosa... Habrá un solo rebaño, y un solo pastor”[14], mas de tal manera las entienden, que, según ellos, sólo significan un deseo y una aspiración de Jesucristo, deseo que todavía no se ha realizado. Opinan, pues, que la unidad de fe y de gobierno, nota distintiva de la verdadera y única Iglesia de Cristo, no ha existido casi nunca hasta ahora, y ni siquiera hoy existe: podrá, ciertamente, desearse, y tal vez algún día se consiga, mediante la concorde impulsión de las voluntades; pero entre tanto, habrá que considerarla sólo como un ideal.

“La división” de la Iglesia. Añaden que la Iglesia, de suyo o por su propia naturaleza, está dividida en partes; esto es, se halla compuesta de varias comunidades distintas, separadas todavía unas de otras, y coincidentes en algunos puntos de doctrina, aunque discrepantes en lo demás, y cada una con los mismos derechos exactamente que las otras; y que la Iglesia sólo fue única y una, a lo sumo desde la edad apostólica hasta tiempos de los primeros Concilios Ecuménicos. Sería necesario pues ‑dicen‑, que, suprimiendo y dejando a un lado las controversias y variaciones rancias de opiniones, que han dividido hasta hoy a la familia cristiana, se formule, se proponga con las doctrinas restantes una norma común de fe, con cuya profesión puedan todos no ya reconocerse, sino sentirse hermanos. Y cuando las múltiples iglesias o comunidades están unidas por un pacto universal, entonces será cuando puedan resistir sólida y fructuosamente los avances de la impiedad...

“Esto es así tomando las cosas en general, Venerables Hermanos; mas hay quienes afirman y conceden que el llamado Protestantismo ha desechado demasiado desconsiderablemente ciertas doctrinas fundamentales de la fe y algunos ritos del culto externo ciertamente agradables y útiles, los que la Iglesia Romana por el contrario aún conserva; añaden sin embargo en el acto, que ella ha obrado mal porque corrompió la religión primitiva por cuanto agregó y propuso como cosa de fe algunas doctrinas no sólo ajenas sino más bien opuestas al Evangelio, entre las cuales se enumera especialmente el Primado de jurisdicción que ella adjudica a Pedro y a sus sucesores en la Sede Romana.

En el número de aquellos, aunque no sean muchos, figuran también los que conceden al Romano Pontífice cierto Primado de honor o alguna jurisdicción o potestad de la cual creen, sin embargo, que desciende no del derecho divino sino de cierto consenso de los fieles. Otros en cambio aún avanzan a desear que el mismo Pontífice presida sus asambleas las que pueden llamarse “multicolores”. Por lo demás, aun cuando podrán encontrarse a muchos no católicos que predican a pulmón lleno la unión fraterna en Cristo, sin embargo, hallarás pocos a quienes se ocurre que han de sujetarse y obedecer al Vicario de Jesucristo cuando enseña o manda y gobierna. Entretanto aseveran que están dispuestos a actuar gustosos en unión con la Iglesia Romana, naturalmente en igualdad de condiciones jurídicas, o sea de iguales a igual: mas si pudieran aduar no parece dudoso de que lo harían con la intención de que por un pacto o convenio por establecerse tal vez, no fueran obligados a abandonar sus opiniones que constituyen aun la causa por qué continúan errando y vagando fuera de¡ único redil de Cristo”.

10. La Iglesia Católica no puede participar en semejantes uniones.

Siendo todo esto así, claramente se ve que ni la Sede Apostólica puede en manera alguna tener parte en dichos Congresos, ni de ningún modo pueden los católicos favorecer ni cooperar a semejantes intentos; y si lo hiciesen, darían autoridad a una falsa religión cristiana, totalmente ajena a la única y verdadera Iglesia de Cristo.



11. La verdad revelada no ahíte transacciones

¿Y habremos Nos de sufrir ‑cosa que sería por todo extremo injusta‑ que la verdad revelada por Dios se rindiese y entrase en transacciones? Porque de lo que ahora se trata es de defender la verdad revelada. Para instruir en la fe evangélica a todas las naciones envió Cristo por el mundo todo a los Apóstoles, y para que éstos no errasen en nada, quiso que el Espíritu Santo les enseñase previamente toda la verdad[15]; ¿y acaso esta doctrina de los Apóstoles ha descaecido de¡ todo, o siquiera se ha debilitado alguna vez en la Iglesia, a quien Dios mismo asiste dirigiéndola y custodiándola? Y si nuestro Redentor manifestó expresamente que su Evangelio no sólo era para los tiempos apostólicos, sino también para las edades futuras, ¿habrá podido hacerse tan obscura e incierta la doctrina de la Fe, que sea hoy conveniente tolerar en ella hasta las opiniones contrarias entre sí? Si esto fuese verdad, habría que decir también que el Espíritu Santo infundido en los Apóstoles, y la perpetua permanencia del mismo Espíritu en la Iglesia, y hasta la misma predicación de Jesucristo, habría perdido hace muchos siglos toda utilidad y eficacia; afirmación que sería ciertamente blasfema.

12. La Iglesia Católica depositaria infalible de la verdad

Ahora bien: cuando el Hijo Unigénito de Dios mandó sus legados que enseñasen a todas las naciones, impuso a todos los hombres la obligación de dar fe a cuanto les fuese enseñado por los testigos predestinados por Dios[16]; obligación que sancionó de este modo: el que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que no creyere será condenado[17]. Pero ambos preceptos de Cristo, uno de enseñar y otro de creer, que no pueden dejar de cumplirse para alcanzar la salvación eterna, no pueden siquiera entenderse si la Iglesia no propone, íntegra y clara, la doctrina evangélica y si al proponerla no está ella exenta de todo peligro de equivocarse. Acerca de lo cual van extraviados también los que creen que sin duda existe en la tierra el depósito de la verdad, pero que para buscarlo hay que emplear tan fatigosos trabajos, tan continuos estudios y discusiones, que apenas basta la vida de un hombre para hallarlo y disfrutarlo: como si el benignísimo Dios hubiese hablado por medio de los Profetas y de su Hijo Unigénito para que lo revelado por éstos sólo pudiesen conocerlo unos pocos, y ésos ya ancianos; y como si esa revelación no tuviese por fin enseñar la doctrina moral y dogmática, por lo cual se ha de regir el hombre durante todo el curso de su vida moral.



13. Sin fe, no hay verdadera caridad

Podrá parecer que dichos “pancristianos”, tan atentos a unir las iglesias, persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos. Pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe? Nadie, ciertamente, ignora que San Juan, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos de¡ Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto Amaos los unos a otros, prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesasen, íntegra y pura, la doctrina de Jesucristo: Si alguno viene a vosotros .y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis[18]. Siendo, pues, la fe íntegra y sincera, como fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vínculo de la unidad de fe.



14. Unión irrazonable

Por tanto, ¿cómo es posible imaginar una confederación cristiana, cada uno de cuyos miembros pueda, hasta en materias de fe, conservar su sentir y juicio propios aunque contradigan al juicio y sentir de los demás? ¿Y de qué manera, si se nos quiere decir, podrían formar una sola y misma Asociación de fieles los hombres que defienden doctrinas contrarias, como, por ejemplo, los que afirman y los que niegan que la sagrada Tradición es fuente genuina de la divina Revelación; los que consideran de institución divina la jerarquía eclesiástica, formada de Obispos, presbíteros y servidores del altar, y los que afirman que esa jerarquía se ha introducido poco a poco por las circunstancias de tiempos y de cosas; los que adoran a Cristo realmente presente en la Sagrada Eucaristía por la maravillosa conversión del pan y del vino, llamada "transubstanciación", y los que afirman que el Cuerpo de Cristo está allí presente sólo por la fe, o por el signo y virtud del Sacramento; los que en la misma Eucaristía reconocen su doble naturaleza de sacramento y sacrificio, y los que sostienen que sólo es un recuerdo o conmemoración de la Cena del Señor; los que estiman buena y útil la suplicante invocación de los Santos que reinan con Cristo, sobre todo de la Virgen Maria Madre de Dios, y la veneración de sus imágenes, y los que pretenden que tal culto es ilícito por ser contrario al honor del único Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo?[19]

15. Resbaladero hacia el indiferentismo y el modernismo

Entre tan grande diversidad de opiniones, no sabemos cómo se podrá abrir camino para conseguir la unidad de la Iglesia, unidad que no puede nacer más que de un solo magisterio, de una sola ley de creer y de una sola fe de los cristianos. En cambio, sabemos, ciertamente, que de esta diversidad de opiniones es fácil el paso al menosprecio de toda religión o “indiferentismo”, o el llamado "modernismo", con el cual los que están desdichadamente inficionados, sostienen que la verdad dogmática no es absoluta sino relativa, o sea, proporcionada a las diversas necesidades de lugares y tiempos, y a las varias tendencias de los espíritus, no hallándose contenida en una revelación inmutable, sino siendo de suyo acomodable a la vida de los hombres.

Además, en lo que concierne a las cosas que han de creerse, de ningún modo es lícito establecer aquella diferencia entre las verdades de la fe que llaman fundamentales y no fundamentales, como gustan decir ahora, de las cuales las primeras deberían ser aceptadas por todos, las segundas, por el contrario, podrían dejarse al libre arbitrio de los fieles; pues la virtud de la fe tiene su causa formal en la autoridad de Dios revelador que no admite ninguna distinción de esta suerte. Por eso, todos los que verdaderamente con de Cristo prestarán la misma fe al dogma de la Madre de Dios concebida sin pecado original, como, por ejemplo, al misterio de la Augusta Trinidad; creerán con la misma firmeza en el Magisterio infalible de Romano Pontífice, en el mismo sentido con que lo definiera el Concilio Ecuménico del Vaticano, como en la Encarnación del Señor.

No porque la Iglesia sancionó con solemne decreto y definió las mismas verdades de un modo distinto en diferentes edades o en edades poco anteriores han de tenerse por igualmente ciertas ni creerse del mismo modo. ¿No las reveló todas Dios?

Pues, el Magisterio de la Iglesia, el cual, por designio divino fue constituido en la tierra a fin de que las doctrinas reveladas perdurasen incólumes para siempre y llegasen con mayor facilidad y seguridad al conocimiento de los hombres aun cuando el Romano Pontífice y los Obispos que viven en unión con él, lo ejerzan diariamente, se extiende, sin embargo, al oficio de proceder oportunamente con .solemnes ritos y decretos a la definición de alguna verdad, especialmente entonces cuando a los errores e impugnaciones de los herejes deben más eficazmente oponerse o inculcarse en los espíritus de los fieles, más clara y sutilmente explicados, puntos de la sagrada doctrina.

Mas por ese ejercicio extraordinario del Magisterio no se introduce, naturalmente, ninguna invención, ni se añade ninguna novedad al acervo de aquellas verdades que en el depósito de la revelación, confiado por Dios a la Iglesia, no estén contenidas, por lo menos implícitamente, sino que se explican aquellos puntos que tal vez para muchos aún parecen permanecer oscuros o se establecen como cosas de fe los que algunos han puesto en tela de juicio.



16. La única manera de unir a todos los cristianos

Bien claro se muestra, pues, Venerables Hermanos, por qué esta Sede Apostólica no ha permitido nunca a los suyos que asistan a los citados congresos de acatólicos; porque la unión de los cristianos no se puede fomentar de otro modo que procurando

el retorno a los disidentes a la única y verdadera Iglesia de Cristo, de la cual un día desdichadamente se alejaron; a aquella única y verdadera Iglesia que todos ciertamente conocen, y que por la voluntad de su Fundador debe permanecer siempre tal cual. El mismo la fundó para la salvación de todos. Nunca, en el transcurso de los siglos, se contaminó esta mística Esposa de Cristo, ni podrá contaminarse jamás, como dijo bien San Cipriano: No puede adulterar la Esposa de Cristo; es incorruptible y fiel. Conoce una sola casa y custodia con casto pudor la santidad de una sola estancia[20]. Por eso se maravillaba con razón el santo Mártir de que alguien pudiese creer que esta unidad, fundada en la divina estabilidad y robustecida por medio de celestiales sacramentos, pudiese desgarrarse en la Iglesia, y dividirse por el disentimiento de las voluntades discordes[21]. Porque siendo el cuerpo místico de Cristo, esto es, la Iglesia, uno[22], compacto y conexo[23], lo mismo que su cuerpo físico, necedad es decir que el cuerpo místico puede constar de miembros divididos y separados; quien, pues, no está unido con él no es miembro suyo, ni está unido con su cabeza, que es Cristo[24].

17. La obediencia al Romano Pontífice

Ahora bien, en esta única Iglesia de Cristo nadie vive y nadie persevera, que no reconozca y acepte con obediencia la suprema autoridad de Pedro y de sus legítimos sucesores. ¿No fue acaso Obispo de Roma a quien obedecieron, como a sumo Pastor de las almas, los ascendientes de aquellos que hoy yacen anegados en los errores de Focio, y de otros novadores? Alejáronse ¡ay! los hijos de la casa paterna, que no por eso se arruinó ni pereció, sostenida como está perpetuamente por el auxilio de Dios. Vuelvan, pues, al Padre común, que olvidando las injurias inferidas ya a la Sede Apostólica, los recibirá amantísimamente. Porque, si, como ellos repiten, desean asociarse a Nos y a los Nuestros, ¿por qué no se apresuran a venir a la Iglesia, madre y maestra de todos los fieles de Cristo[25]. Oigan cómo clamaba en otro tiempo Lactancio: Sólo la Iglesia católica es la que conserva el culto verdadero. Ella es la fuente de la verdad, la morada de la Fe, el templo dé Dios; quienquiera que en él no entre o de él salga, perdido ha la esperanza de vida y de salvación, menester es que nadie se engañe a sí mismo con pertinaces discusiones. Lo que aquí se ventila es la vida y la salvación; a la cual si no se atiende con diligente cautela, se perderá y se extinguirá[26].



18. Llamamiento alas sedas disidentes

Vuelvan, pues, a la Sede apostólica, asentada en esta ciudad de Roma, que consagraron con su sangre los Príncipes de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, a la Sede raíz y matriz de la Iglesia Católica[27]; vuelvan los hijos disidentes, no ya con el deseo y la esperanza de que la Iglesia de Dios vivo, la columna y el sostén de la verdad[28], abdique de la integridad de su fe, y consienta los errores de ellos, sino para someterse al magisterio y al gobierno de ella. Pluguiese al Cielo alcanzásemos felizmente Nos, lo que no alcanzaron tantos predecesores Nuestros: el poder abrazar con paternales entrañas a los hijos que tanto nos duele ver separados de Nos por una funesta división.



Plegaria a Cristo y a María

Y ojalá Nuestro Divino Salvador, el cual quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad[29], oiga Nuestras ardientes oraciones para que se digne llamar a la unidad de la Iglesia a cuantos están separados de ella.

Con este fin, sin duda importantísimo, invocamos y queremos que se invoque la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Divina Gracia, debeladora de todas las herejías y Auxilio de los cristianos, para que cuanto antes nos alcance la gracia de ver alborear el deseadísimo día en que todos los hombres oigan la voz de su divino Hijo, y conserven la unidad del Espíritu Santo con el vínculo de la paz[30].



19. Conclusión y Bendición Apostólica

Bien comprendéis, Venerables Hermanos, cuánto deseamos Nos este retorno, y cuánto anhelamos .que así lo sepan todos Nuestros hijos, no solamente los católicos, sino también los disidentes de Nos; los cuales, si imploran humildemente las luces de! cielo, reconocerán, sin duda, a la verdadera Iglesia de Cristo, y entrarán, por fin, en su seno, unidos con Nos en perfecta caridad. En espera de tal suceso, y como prenda y auspicio de los divinos favores, y testimonio de Nuestra paternal benevolencia, a vosotros. Venerables Hermanos, y a vuestro Clero y pueblo, os concedemos de todo corazón la Apostólica Bendición.

Dado en san Pedro de Roma el día 6 de enero, fiesta de la Epifanía de Nuestro Señor Jesucristo, el año 1928, sexto de Nuestro Pontificado.

Pío PAPA XI

John F. Kennedy y la Reserva Federal




John F. Kennedy y la Reserva Federal
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“La misma palabra ‘secreto’ es repugnante en una
sociedad libre y abierta”. JOHN FITZGERALD KENNEDY

La reserva federal y la orden ejecutiva 11110



- John Fitzgerald Kennedy -

Texto original: Cedric X, “The Final Call”, Vol. 15, No.6, On January 17, 1996
http://www.john-f-kennedy.net/executiveorder11110.htm
Traducido por: Greg Grisham

El 4 de junio de 1963, John Fitzgerald Kennedy intentó quitarle a la Reserva Federal de EE.UU. su poder de prestar dinero con interés al gobierno. El entonces presidente firmó la Orden Ejecutiva Nº 11110 que devolvió al gobierno de los EE.UU. la facultad de emitir moneda, sin tener que pedirlo prestado a la Reserva Federal. Kennedy dió a la Tesorería la facultad “para expedir certificados de plata respaldados por reservas de plata metal en el Tesoro“. Esto significa que por cada onza de plata en poder del Tesoro el gobierno podría poner nuevo dinero en circulación. En total, cerca de 4,3 millones de estos “dólares Kennedy” fueron puestos en circulación por este mandato de Kennedy. Las ramificaciones de este proyecto de ley eran y siguen siendo enormes.



- Reserva Federal, E.E.U.U. -

Con un golpe de pluma, Kennedy dió la sentencia de muerte a la Reserva Federal. Si una cantidad suficiente de estos billetes respaldados en plata hubieran sido puestos en circulación se hubiera eliminado la demanda para billetes de la Reserva Federal porque los “Billetes de Plata de Kennedy” estaban respaldados por metales preciosos y los de la Reserva Federal por nada. La Orden Ejecutiva 11110 hubiera impedido que la deuda nacional llegase a su nivel actual, debido a que hubiera dado al gobierno la capacidad de reembolso de la deuda sin tener que acudir a la Reserva Federal y el subsiguiente pago de intereses a fin de crear el nuevo dinero. La orden Ejecutiva 11110 dio al Congreso de los EE.UU. la posibilidad de crear su propio dinero respaldado por plata y libre de deuda e interés.

- Monedas de plata -

Sólo cinco meses después de que fuera asesinado Kennedy, dejaron de imprimirse más “Billetes de plata”. El decreto 11110 nunca fue derogado por ningún Presidente después por Orden Ejecutiva y legalmente sigue siendo válido hoy día. ¿Por qué entonces no lo ha utilizado ningún presidente después? Prácticamente la totalidad de los casi 6 billones de dólares de la deuda federal ha sido creada desde 1963, y si un presidente hubiese utilizado la Orden Ejecutiva 11110, la deuda sería muy diferente de los niveles actuales. Quizás el asesinato de JFK fue una advertencia a futuros presidentes que piensen eliminar la deuda federal revocando el control que tiene sobre la creación de dinero la Reserva Federal.


- J.F.K. asesinado, disparo frontal, 1963 - - Robert Kennedy asesinado, 1968 -


Kennedy desafió a los gobernadores del dinero retando a los dos vehículos más eficaces jamás utilizados para provocar el aumento de la deuda - la guerra y la creación de dinero por un Banco Central privado-. Sus esfuerzos por replegar todas las tropas de Vietnam en el 64, y por la Orden Ejecutiva 11110 hubieran cortado severamente a los beneficios y el control del establecimiento bancario de Nueva York. Ahora que EE.UU. se arrastra por el fango en el Suroeste Asiático y alcanza una deuda más que insostenible nos hace preguntar: ¿algún candidato de estas campañas presidenciales tiene el valor de considerar la utilización de la Orden Ejecutiva 11110 y está dispuesto a pagar el supremo precio por hacerlo?



- Infamia en Vietnam, 1965 -

EXECUTIVE ORDER 11110

ENMIENDA DE LA ORDEN EJECUTIVA NO. 10289

En virtud de la autoridad conferida a mi persona por la sección 301 del título 3 del Código de los Estados Unidos, se ordena de la siguiente manera:

Sección 1. Decreto Ejecutivo Nº 10289 de 19 de septiembre de 1951, en su versión modificada, se vuelve a modificar -

Al añadir al final del párrafo 1, el siguiente inciso(j):

(j) La autoridad que recae en el Presidente por el párrafo (b) de la sección 43 de la Ley de Mayo 12,1933, en su versión modificada (31 USC821 (b)), para emitir certificados de plata respaldado por reservas de plata de La Tesorería, para prescribir la denominación de tales certificados de plata, y emitir monedas dólar de plata estándar y divisa subsidiaria por su equivalente en plata.



Revocando los incisos (b) y (c) del apartado 2 del mismo.

Sec. 2. Las modificaciones introducidas por la presente Orden no afectarán a ningún acto realizado, o cualquiera de los derechos devengados o cualquier juicio o procedimiento presente o iniciado en cualquier causa civil o penal antes de la fecha de la presente Orden, pero todos esos pasivos continuarán y pueden ser ejecutados como si dichas modificaciones no se hubiesen hecho.

John F. Kennedy, La Casa Blanca, el 4 de junio de 1963.

El hecho de que tanto a JFK como a Lincoln les tocara el mismo fin no es mera coincidencia. Abajo la política monetaria de Abraham Lincoln. 1865 (página 91 del documento Senado 23.)



- Asesinato de Lincoln, 1865 -

El dinero es la criatura de la ley y la creación de la emisión original de dinero debe mantenerse como monopolio exclusivo de un gobierno nacional.

El dinero no posee valor para el Estado salvo el que obtiene por circulación.

El capital tiene el lugar que le corresponde y tiene derecho a toda protección. El salario de las personas debe ser reconocido en la estructura y en el orden social como más importante que los salarios de dinero.

Ningún deber es más imperativo para el Gobierno que el deber que se debe proporcionar al Pueblo con una moneda sólida y uniforme, y de la regulación de la circulación de este medio de intercambio de modo que se proteja el trabajo de una moneda viciosa, y el comercio se facilitará por el intercambio seguro y barato.



La oferta disponible de Oro y Plata es totalmente insuficiente para permitir la emisión de monedas de valor intrínseco o papel moneda convertible en moneda en el volumen necesario para cubrir las necesidades del Pueblo. Alguna otra base para la emisión de moneda debe desarrollarse, y algunos medios que no sean el de la convertibilidad en moneda debe ser desarrollado para prevenir la excesiva fluctuación en el valor de la moneda papel o cualquier otro sustituto por dinero de valor intrínseco que podría entrar en uso.



- El ojo que todo lo ve -



Las necesidades monetarias de un número creciente de personas que avanzan hacia niveles más altos de vida pueden y deben ser cumplidas por el Gobierno. Tales necesidades pueden ser atendidas por la emisión de una moneda nacional y de crédito a través de la operación de un sistema bancario nacional. La circulación de un medio de intercambio emitido y respaldado por el Gobierno puede ser adecuadamente regulado y la redundancia de emisión evitada por retirar de la circulación esas cantidades que sean necesarias a través de impuestos, reintegro, y demás. El Gobierno tiene la facultad de regular la moneda y el crédito de La Nación.

El Gobierno debe respaldar su moneda y crédito y los depósitos del Banco de la Nación. Ningún individuo debería sufrir una pérdida de dinero a través de la depreciación o inflación de la moneda o de la quiebra de un banco.

- Inflación -

El Gobierno que posee el poder de crear y emitir moneda y crédito como dinero y de disfrutar el derecho a retirar tanto la moneda como el crédito de la circulación a través de Fiscalidad, no necesita ni debe obtener préstamos a interés como medio de financiación de los trabajos gubernamentales y empresas públicas. El Gobierno debe crear, emitir, y distribuir toda moneda y crédito necesario para satisfacer la capacidad de gasto del Gobierno y el poder adquisitivo de los consumidores. El privilegio de la creación y emisión de dinero no es sólo la suprema prerrogativa de Gobierno, sino es su más grande oportunidad creativa.



Mediante la adopción de estos principios, la larga espera por un medio uniforme será atendida. Los contribuyentes ahorrarán inmensas sumas de intereses, descuentos, y cambios. La financiación de toda empresa pública, el mantenimiento de gobierno estable y ordenado progreso, y la realización de la Tesorería se convertirán en asuntos de administración práctica. El pueblo puede ser y será servido con una moneda tan segura como su propio Gobierno. El dinero dejará de ser el amo y se convertirá en sirviente de la humanidad. La democracia se elevará superior al poder del dinero.

Un poco de información sobre la Reserva Federal, una corporación privada.

Una de las preocupaciones más comunes entre las personas que se dedican a cualquier intento de reducir sus impuestos, es: “¿al guardar mi dinero se debilitará la capacidad del gobierno de pagar sus facturas?” Como se explica al principio de este informe: El impuesto de la renta moderna no fue diseñado para pagar ni paga los servicios gubernamentales. Lo que sí hace es financiar el Sistema privado de La Reserva Federal.

- El dinero como deuda -

“El Sistema de la Reserva Federal”, se define en los diccionarios de derecho como: “La red de doce bancos centrales a la que pertenecen la mayoría de los bancos nacionales y a la que pueden pertenecer bancos estatales. Normas de composición requieren la inversión de valores y reservas mínimas.”

Bancos privados son propietarios de La Reserva Federal. Esto se explica con más detalle en el caso de Lewis contra los Estados Unidos, Federal Reporter, 2 ª Serie, Vol. 680, Páginas 1239, 1241 (1982), en el cual el tribunal dice:

Cada Banco de la Reserva Federal es una corporación aparte y es propiedad de los bancos comerciales en su región. Los bancos comerciales accionistas en La Reserva Federal eligen dos tercios de los nueve directores del consejo de administración.
Del mismo modo, los bancos de la Reserva Federal, aunque muy regulados, son controlados localmente por sus bancos miembros.

En el siguiente extracto de los diccionarios de derecho, encontramos que estos bancos de propiedad privada en realidad emiten dinero.

Acta de Ley de la Reserva Federal: Ley que crea los bancos de La Reserva Federal que actúan como agentes en el mantenimiento de reservas de dinero, emitiendo dinero en forma de billetes, prestando dinero a bancos, y en la supervisión de bancos. Administrado por la Junta de la Reserva Federal (q.v.).



Los bancos de “La FED”, que son de propiedad privada, realmente emiten, es decir, crean, el dinero que utilizamos. En 1964 el Subcomité de Finanzas doméstica del Comité de Banca y Moneda, en la segunda sesión de la 88 ª Congreso, publicó un estudio titulado “Money Facts” (Hechos del Dinero) que contiene una muy buena descripción de lo que la FED realmente es:

La Reserva Federal es una gran máquina de dinero. Puede emitir dinero o cheques. Y nunca tiene problema con pagar sus cheques porque puede obtener los billetes necesarios para cubrir sus cheques simplemente pidiéndo a la Casa de la Moneda del Departamento del Tesoro que se los imprima.

- Departamento del Tesoro de los E.E.U.U. -

Como todos sabemos, cualquier persona que tenga mucho dinero, tiene mucho poder. Imagina un grupo de personas que tienen el poder de crear dinero. Imagínese el poder que estas personas tendrían. Esto es lo que es la Reserva Federal.

Ningún hombre jamás hizo más para exponer el poder de la Reserva Federal que Louis T. McFadden, quien fue el Presidente del Comité Bancario de la Cámara de Representantes en la década de los 30. Constantemente señalando que las cuestiones monetarias no deben ser partidistas, criticó tanto a la administración de Herbert Hoover como la de Franklin Roosevelt. En su descripción de la Reserva Federal, señaló en el “Congressional Record”, páginas 1295 y 1296 de 10 de junio de 1932 lo siguiente:



“Señor Presidente, tenemos en este país una de las instituciones más corruptas que el mundo ha conocido jamás. Me refiero a la Junta de la Reserva Federal y los bancos de reserva federal. La Junta de la Reserva Federal, una Junta de Gobierno, ha estafado al Gobierno de los Estados Unidos y al Pueblo de los Estados Unidos tanto dinero como para pagar la deuda nacional. Las depredaciones y las iniquidades de la Junta de la Reserva Federal y los bancos de reserva federal de actuar juntos han costado a este país bastante dinero como para pagar la deuda nacional varias veces. Esta institución maléfica ha empobrecido y arruinado al Pueblo de los Estados Unidos; ha provocado la bancarrota de sí, y prácticamente la bancarrota de nuestro Gobierno. Ha hecho esto a través de la mala administración de la ley por la cual la Junta de la Reserva Federal existe y, a través de las prácticas corruptas de los buitres que la controlan.

Louis T. McFadden

- Autoproclamándose buitres en su logo -

Todo el mundo piensa que los bancos de la Reserva Federal son instituciones del Gobierno de los Estados Unidos. No son instituciones del Gobierno. Son monopolios privados de crédito que explotan a la población de los Estados Unidos en beneficio de ellos mismos y sus clientes extranjeros, especuladores y estafadores extranjeros y nacionales, y los ricos prestamistas predatorios. Entre su tripulación de oscuros piratas financieros hay quienes degollarían a un hombre para un dólar. Hay los que compran votos para el control de nuestra legislativa. Y aquellos que mantienen una propaganda internacional con el propósito de engañarnos con el fin de otorgar concesiones que les permitan encubrir sus crímenes y poner en marcha de nuevo su enorme tren de la delincuencia. Estos 12 monopolios privados de crédito fueron engañosamente y deslealmente impuestos a este país por banqueros que llegaron de Europa y que nos agradecen nuestra hospitalidad socavando a nuestras instituciones.

La Fed básicamente funciona así: El gobierno dio su poder de crear dinero a los bancos de la Reserva Federal. Ellos crean dinero, y luego lo prestan al gobierno cobrando intereses. El gobierno recauda impuestos sobre la renta para pagar los intereses de la deuda.



Observemos, que la Acta de Ley de La Reserva Federal y la enmienda XVI , que dió al Congreso la facultad de recaudar los impuestos sobre la renta, fueron ambas aprobadas en el mismo año 1913. El increíble poder de la Reserva Federal sobre la economía es universalmente admitido. Algunas personas, sobre todo en la banca y las comunidades académicas, incluso lo apoyan. Por otra parte, hay aquellos, tanto en el pasado como en el presente, que se pronuncien en contra de ella. Una de estas personas fue el Presidente John F. Kennedy.



Otro aspecto olvidado del intento de Kennedy por reformar la sociedad americana también involucraba el dinero. Kennedy razonaba que volver a cumplir la Constitución, que establece que sólo el Congreso deberá emitir y regular la moneda, reduciría la deuda nacional suprimiendo el pago de intereses a los banqueros de la Reserva Federal, que imprimen dinero papel que prestan al Gobierno cobrando interés.

Pisó en este terreno el 4 de junio de 1963, mediante la firma de la Orden Ejecutiva 11110 que ordenó la emisión de 4.292.893.815 de dólares en billetes de Estados Unidos a través del Tesoro de los EE.UU. en lugar del Sistema de la Reserva Federal. Ese mismo día, Kennedy firmó un proyecto de ley cambiando el respaldo en plata de los billetes de uno y dos dólares al de oro, así reforzando la muy debilitada moneda estadounidense.



El asesor de la moneda de Kennedy, James J. Saxon, también llevaba tiempo enfrentado con la poderosa Junta de la Reserva Federal. Él alentaba a la inversión y poderes de crédito en bancos que no eran parte del sistema de la Reserva Federal. Saxon también había decidido que bancos ajenos a La Reserva Federal podrían emitir bonos para obligaciones estatales y locales generales, así también el debilitamiento de los dominantes bancos de la Reserva Federal.

Bastantes “Billetes Kennedy” fueron puestos en circulación con el título de “United States Note”. Fueron rápidamente retirados después de la muerte del Presidente.



- Billete del mandato de Kennedy -

Según información de la Biblioteca de la Contraloría de la Moneda, la Orden Ejecutiva 11110 continúa vigente, a pesar de que las sucesivas administraciones, empezando por Lyndon Johnson lo han ignorado y en su lugar prosiguen con la práctica del pago de intereses para los “Federal Reserve Notes”. Hoy, seguimos utilizando los billetes de la Reserva Federal. Y el déficit se multiplica exponencialmente.

En resumen: La Renta que tu pagas a la Agencia Tributaria (IRS) no se utiliza para financiar servicios gubernamentales. No haría ningún daño a la nación, (al contrario la salvaría) reducir o eliminar legalmente tu responsabilidad tributaria.


[Gentileza de Héctor Manzolillo y la lista Angeles Arcabuceros]